sábado 22 de noviembre de 2025 - Edición Nº3530
La Contratapa TDF » Nacionales » 21 nov 2025

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Turismo en la Antártida: Cómo la Argentina pasó de ser pionera a quedar relegada por Gran Bretaña y Chile

Si bien fue un barco argentino el que inauguró la actividad turística en el continente blanco y el país sostuvo su liderazgo en la actividad durante algunas décadas, hoy Chile y el Reino Unido dominan las excursiones, como también el relato que se llevan los visitantes.


Las tres de la madrugada del 16 de enero de 1958, el transporte naval Les Eclaireurs soltó amarras en Ushuaia rumbo a la Antártida. A bordo iban 98 pasajeros: hombres, mujeres y un niño de doce años, junto al gobernador de Tierra del Fuego. Durante una semana recorrieron la isla Decepción, bahía Paraíso y la base Melchior. Fue el primer viaje turístico organizado al continente blanco por un Estado.

El entusiasmo despertó de inmediato: cuatrocientas personas enviaron solicitudes para sumarse a futuras expediciones. La Argentina había abierto un camino inédito: llevar turistas a la Antártida. Carlos Vicente Cácharo, uno de los pasajeros, recordaría en 2019, durante la presentación del libro “1958.

Los inicios del Turismo Antártico”, de Carlos Vairo y Jozef Verlinden: “Nos impresionó el primer témpano, la bienvenida en Decepción y la sensación de estar trazando una ruta que sería del futuro. Agradezco haber podido participar de ese acto de soberanía argentina. Porque nuestra presencia ahí fue para imponer la soberanía argentina sobre esa parte de la Antártida”.

Un continente estratégico

La Antártida es un territorio mucho más importante de lo que muchos creen o imaginan. El continente abarca el 70% del agua dulce del planeta y es un laboratorio climático que conserva en sus hielos más de un millón de años de historia de la Tierra. Allí se detectó, en 1985, el agujero de ozono que cambió la política ambiental global. Desde 1961, rige el Tratado Antártico, un acuerdo entre 12 países del que la Argentina fue signataria fundadora y que estableció que todo el territorio al sur del paralelo 60° S solo puede destinarse a fines pacíficos y científicos.

El tratado congeló los reclamos de soberanía —entre ellos, los de Argentina, Chile y el Reino Unido—, prohibió la militarización y la explotación de recursos, y dio origen a un sistema de cooperación global que logró mantener la paz y resistir presiones de los bloques geopolíticos mundiales. “Incluso potencias con intereses contrapuestos, como las de la OTAN, China o Rusia, han acatado hasta ahora sus disposiciones”, explica Edgar F. Calandín.

Este general de brigada (R) condujo el Comando Conjunto Antártico entre el año 2020 y 2024. Se trata de un organismo -dependiente del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas- responsable de la ejecución logística del programa antártico argentino: el traslado del personal científico y militar, el abastecimiento y manutención de las 13 bases desplegadas en el continente.

Calandín señala que el equilibrio es frágil. “Muchos especialistas advierten que hacia 2048, cuando se revise el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, también conocido como Protocolo de Madrid, podrían abrirse grietas si algún país impulsa la explotación de recursos mineros hoy prohibida”, detalla.

“A eso se suma la creciente politización de los foros antárticos —marcada por las tensiones derivadas de la guerra entre Rusia y Ucrania— y la crisis climática que, aunque se origina en el hemisferio norte, impacta directamente sobre el continente, verdadero termómetro del planeta”. Para el militar, ese escenario global refuerza la necesidad de una presencia sostenida: “La Antártida se mide por la presencia y la capacidad de mantener operaciones. No alcanza con los reclamos: importa quién está y qué hace allí”, sostiene Calandín.

De paseo en el Polo Sur

Pero ¿qué significa, en la práctica, visitar la Antártida? ¿Qué ve un turista en ese confín del mapa? Lucía Fernández, guía de expedición polar de la compañía norteamericana Albatros Expeditions, lo describe así: “Antártida es un viaje que te sobrepasa. Los paisajes son inmensos, cubiertos de hielo y nieve; todo es blanco y silencioso, y de repente el mar se llena de vida. Ves ballenas jorobadas alimentándose, focas cazando, pingüinos que van y vienen para reproducirse.

Es la naturaleza en su estado más salvaje, sin filtros. Es un lugar que te sigue sorprendiendo, por más que hayas estado muchas veces”. Los visitantes recorren bahías, canales y archipiélagos de la península, bajan en zodiac a tierra firme y se acercan a colonias de pingüinos o estaciones científicas. En cada escala, el guía es la voz que traduce lo que se ve: el paisaje, la historia y la presencia de cada país en la región. “Por eso es tan importante quién cuenta la historia”, enfatiza Fernández. “Si no la contamos nosotros, otros la cuentan por nosotros”.

Salir del centro de la escena

Aquella vanguardia de la Argentina en el turismo antártico se fue apagando. Tras los viajes del Les Eclaireurs llegaron otros buques argentinos, pero a partir de los años 70 el protagonismo se desplazó hacia operadores privados extranjeros. La mayor parte de los 118.000 visitantes que llegaron en la temporada 2023/24 lo hicieron en cruceros que partieron de Ushuaia, pero con banderas y relatos ajenos. Chile consolidó a Punta Arenas como plataforma logística internacional y el Reino Unido transformó Port Lockroy en un museo vivo que recibe 18.000 turistas cada verano, donde se venden postales con sellos británicos y se exalta la épica de Ernest Shackleton y Robert Falcon Scott, los exploradores que, a comienzos del siglo XX, desafiaron el hielo en busca del Polo Sur y forjaron la mitología polar inglesa.

Los refugios de Argentina —como Bahía Dorian— se oxidan frente a instalaciones británicas impecables. Historias como la del general Jorge Leal, el hombre que en 1965 condujo la Operación 90 y plantó la bandera nacional en el Polo Sur, se hunden en el silencio. Leal lideró a la patrulla que recorrió casi 3.000 kilómetros sobre hielo, fundó bases, escribió y fotografió durante seis décadas, convencido de que “desde La Quiaca hasta el Polo Sur se extiende la Patria”. Hoy, su gesta —tan épica como las de Shackleton o Scott— apenas sobrevive en archivos y memorias familiares.

Causas y consecuencias de un desplazamiento

Según describe Edgar Calandín, Ushuaia sigue siendo la principal puerta de entrada, con unos 400 buques que utilizan su muelle turístico cada verano. “Pero su infraestructura está quedando anticuada en comparación con Punta Arenas, Puerto Williams o Christchurch (Nueva Zelanda) -advierte-.

No hay previsiones para transformarla en una puerta moderna y accesible para el turismo y los programas antárticos de los países miembros del Sistema del Tratado”. Por otro lado, el país no cuenta hoy con ninguna agencia de capitales nacionales dedicada al turismo antártico. “La mayoría de las compañías son del hemisferio norte y el producto que ofrecen está vinculado culturalmente a sus países”, puntualiza Calandín. “El personal que contratan para operar en Tierra del Fuego tiene una formación muy poco vinculada a la Antártida y casi nula relacionada con la cultura antártica argentina”. El militar brinda una posible forma de entender por qué Argentina no promueve el turismo antártico: “Desde el programa antártico oficial se le otorga una mirada negativa, pensando que los turistas incrementan la alteración ambiental.

La Dirección Nacional del Antártico es renuente a habilitarlo, y eso puede interpretarse como una pérdida de oportunidades, aunque también como una señal de compromiso ambiental ante nuestros socios del Tratado”.

 

 

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